La encontré llorando,
a ella,
al cielo que amanecía
diluido en sus propias lágrimas.
Al enlace que ensambla
el día y la noche
y consigue hacer aurora el sueño.
A ella, llorando y respirando.
Ya no entiendo porqué
si nunca creíste
el extracto de la mentira
ahora vives en ella.
Dime en qué momento,
en qué maldito momento que nunca debió existir
olvidaste que es tu nombre
el que aboga a la insurrección.
Dime y ya no llores más
o cubrirás de sal todo nuestro sembrado.
Y la primavera, que no es más que él cúmulo
de tú y ellas
nos dejará sin estío,
sin el verano
que llega.
Por favor,
tú que eres germen
del futuro cercano
reconoce en ti lo que siempre supiste,
lo que, por muchas vendas que cubran ojos,
siempre se supo.
Que no había mundo más allá de tus manos
que la vida sólo fue cántico
cuando fue contigo.
Que el miedo nunca fue en tus lares.
Dime mujer, qué miras
que quisiera mirar yo, con tus ojos
la esperanza de la vida.
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