martes, 12 de marzo de 2013

No deberías, no.

No deberías, no deberías
y lo sabes y lo haces.
    (Contén el aliento,
     y abrázate, como yo,
     las rodillas)
Eres ese minotauro enjaulado
que cansado de no encontrar salida
ha hecho del laberinto
su propia morada.
Juegas con la doble moral
del silencio,
fingiendo,
tal y como lo hago yo,
que muerto el perro
acabada la rabia.

No deberías, no deberías
y lo sabes y lo haces.

Dueles
pero con la misma melancolía
de un domingo con una carta entre las manos,
y una sonrisa de contraportada
Eres, cielo de otra tormenta,
la mayor ironía de la vida:
esa lluvia que,
cansada de todo este aire
enrarecido y húmedo,
a decidido ser sólido
  (Nunca fuimos racionales,
    a veces dudo si por lo menos
    fuimos, pero eso,
    amor sin utilizar esa palabra,
    es otra historia)

Y ahora todo el recuerdo
del juego de dos completos idiotas cómplices
es pesado
y triste,
muy triste.

No deberías, no deberías
y lo sabes y lo haces.

¿Y  ahora quién soy yo
más allá de nuestros estúpidos planes?
Soy yo, yo con treinta monedas de plata
y con absurdo monólogo interior.
¿Quién eres tú? Ni aun entonces lo supe.

¿Qué quieres que diga,
si te quise o te quería?
¿ O algo como que enero y abril nunca sangraron?

No deberías, no deberías
esperar una torpe palabra
que no llegará entre éstas letras
aunque fuese cierto, que a ratos de más
de un suspiro te echo de menos.


No, no deberías leerme,
al igual que yo
no, no debería escribirte.






sábado, 9 de marzo de 2013

Sedientos de la propia saliva

Ella dijo: "baja la velocidad"
"Estamos quietos" dijo él.
Y surgieron las hambrunas,
la impaciencia, las ganas de saberse con las manos,
de morir o morder.
Aun sigue la duda.

Dijo él: "ya hemos llegado"
Y a penas se movieron de la habitación.
Nació el  mismo silencio de siempre, la misma indiferencia....
el mismo temor al miedo y esa valentía absurda.
Y se volvieron a besar, olvidando los versos.
Los putos versos transcritos de promesas.
Sedientos de la propia saliva

"Gracias por llevarme" dijo ella.
"Y por aniquilar todas las dudas"
 Gracias, en serio, por todo.
Por aquel `no vale la pena quererme´
Por dejar los sentimientos sobre la mesa,
en una urna de cristal rayada.
Con el anzuelo para el pez.

Dijo él: "Hasta la vista"
Y desistió de su propia felicidad,
de esa rutina diaria
de esos labios sin rosas ni lágrimas ni historias.
Dijo "Hasta la vista",
se vistió,
la abrazó como a las cosas que no duelen perder,
y se marchó.

Ella brindró
como quién ha conseguido un triunfo
Como quién sabe que eso es lo mejor.
 
La doble moral del silencio.