Quizás el tiempo nos conceda
ese último vals que nos negó la noche.
Quizás este mar de distancia
se evapore
y nosotros, dos continentes
sin más deriba que una esperanza
colisionemos
limandonos las costas y las costras,
uniéndonos los acantilados y los miedos.
Quizás salvemos
con las manos tejiendo redes
esa idea romántica
que fue concebido para ellos.
Quizás construiremos,
con las mismas cadenas de hiero
que nos atan
a lo que no sabemos si queremos,
un palacio de hielo
para ser nosotros al fin al cabo.
Quizás consigamos arrancarnos
este antifaz del
macabro carnaval
para que el pasado
ya no avance,
y tal vez,
el perro de nuestra memoria
no desentierre
viejos lastres que por desfortuna
siguen sangrándonos en las encías.
Quizás
aun estes a tiempo
de enamorarte de mí sin saberlo
sabiendo que yo soy tú
y tú eres yo
y que esto es más que
un juego de sinestesia.
Es amor,
sin utilizar esa palabra
porque siempre nos asustaron
los falsos profetas
que por despecho van rasgando
la poca vida que nos queda ,
y tú y yo, incendio de nieve,
siempre hemos estado
en la parte de los incrédulos
a medias.
Quizás el camino
del desencanto,
esta soledad que te
abraza
esta rueda de inercia
de cambios que no experimentas
esa angustia de querer y no poder
de llorar y reír en lágrimas
haya terminado,
y tú y yo
como dos locos en sus cabales
nunca hemos coincido
más allá de dos pabras y media
de miedo a que no sea verdad
que la bruma que nos asfixia es espesa.
Quizás este sea
un delirio de mi sueño,
pero aun habiendo sufrido
las certezas
de que la verdad,
la realidad y lo evidente
no es sinónimo
de nuestros sentimientos,
sé que sin apenas conocernos
nos conocemos demasiado.
Y eso, vida que eres,
es, sinceramente,
la ilusión de quererte.